¿Por qué Agustín rechazó la traducción de la Biblia de Jerónimo?

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En general, se considera que el único motivo por el que san Agustín rechazó en primera instancia1 el planteamiento de san Jerónimo de traducir las Sagradas Escrituras partiendo del original Hebreo era su creencia del origen divino de los manuscritos de la Versión de los Setenta, creencia que él mismo testifica en Sobre la Doctrina Cristiana II, 15, 22 y La Ciudad de Dios 18,43, pero existen otros motivos y uno de ellos es abordado por el especialista en san Jerónimo Teppei Kato, en su disertación ¿Griego o hebreo? Agustín y Jerónimo sobre la traducción bíblica2 impartida en el Congreso Internacional Patrístico de Oxford3:

Agustín necesitaba una traducción no del hebreo, sino del griego, de forma que pudiera compararla con el texto original. Los lectores tenían que leer y comprender al menos dos lenguas para comparar el texto original y la traducción. Alguna persona en el siglo cuarto o quinto que hubiera podido leer la traducción latina, muy probablemente hubiera podido leer también el texto griego, sin embargo ninguno (o poca gente) en la Iglesia podía leer el hebreo mejor que Jerónimo en esa época («Añádase a esto que los judíos consultados pueden contestar a su vez con otra traducción distinta; en ese caso, tú serás el único que podrás convencerlos»). En otras palabras, Agustín quería que el texto del que se hiciera la traducción de la Biblia fuera el griego, para evitar el monopolio de aquellos que podían leer el hebreo, como Jerónimo, en el reino de la traducción bíblica, y conservar el «principio de comparación» abierto al público. De hecho, en la misma carta[ Carta 71], Agustín hace una valoración muy positiva de la «traducción» de Jerónimo del Nuevo Testamento, basado en el hecho de que Jerónimo lo traducía del griego(…) Aquí [Carta 71,6] Agustín confiesa que había comparado la «traducción» de Jerónimo con el texto griego, y señala que los partidarios de las versiones antiguas latinas podrían ser fácilmente refutados al compararlas con el texto griego. Todas estas comparaciones eran posibles gracias a que el texto original estaba escrito en griego, y el «principio de comparación» funcionaba bien. Si Agustín hubiera estado siempre interesado en las traducciones del texto original, hubiera valorado la traducción de Jerónimo del Antiguo Testamento, basada en el texto hebreo. No obstante, como hemos visto anteriormente, Agustín señala con firmeza que los LXX deben ser el texto base para el Antiguo Testamento, porque en primer lugar, es un texto inspirado por el Espíritu Santo, y en segundo lugar, está escrito en griego4.

El conocimiento de Agustín del griego común era bueno y versátil5, y aunque también su hebreo era bueno6, no podía manejarlo con la misma versatilidad con que Jerónimo podía, y lo mismo aplica a una gran cantidad de obispos y presbíteros de su tiempo que tal vez ni siquiera lo manejaban, por lo que Agustín tenía temor de que Jerónimo abusara de una traducción libre y no se pudiera corroborar adecuadamente esto. Jerónimo respondió a este temor de Agustín ofreciendo una solución en la Carta 112, 20; sin embargo, el principio de comparación estaba enraizado fuertemente en Agustín; de hecho, él fue siempre fiel a su principio: si no se coteja con el original la sentencia traducida por ellos; y muchas veces, si el traductor no es doctísimo, se aparta del sentido del autor; por esto, para conocer el sentido, es preciso recurrir a las lenguas de donde se tradujo7.

En resumen, el segundo motivo para rechazar en primera instancia la versión de Jerónimo fue el principio de comparación, y este mismo motivo incluye la preferencia de Agustín por las traducciones literales y su temor a traducciones más libres que los obispos y presbíteros no pudieran corroborar con el original (el hebreo). De esto debemos rescatar el espíritu escéptico de Agustín de revisar siempre la fuentes. Para ello necesitamos conocer tanto la cultura como el lenguaje de la fuente original, y así poder digerir y enseñar con más precisión lo que nuestro Dios ha mandado en su Palabra.

Ad fontes.


Notas:

  1. Posteriormente, Agustín abrazo la traducción de san Jerónimo como puede ser percibido en sus obras. Manuel A. Marcos Casquero comentan en BAC obra de S. Agustín XXVII, 1 ed.: «Los benedictinos de San Mauro llegaron aún más lejos al afirmar que san Agustín acabó utilizando con preferencia la versión jeronimiana al descubrir que era superior a todas las existentes. Y ven una alabanza de la misma en los últimos libros de las Ouaestiones in Heptateuchum, y de manera especial en el libro IV del De doctrina christiana, aprovechando la cita de un pasaje del profeta Amós ». También Véase James J. O’ Donnell, Biblia, Enciclopedia san Agustín a través del tiempo p. 176-182.
  2. M. VINZENT (ed.), Studia Patristica XCVIII: Papers presented at the Seventeenth International Conference on Patristic Studies held in Oxford 2015. Volume 24: St. Augustine and his Opponents. pp. 109-120.
  3. El Congreso Internacional Patrístico de Oxford es celebrado desde el año 1951 y cada cuatro años reúne a los mejores especialistas en Patrología de los cinco continentes.
  4. Traducción al español por Enrique Eguiarte Bendímez para la Revista AVGVSTINVS “San Agustín en Oxford (10º) XVIII Congreso Internacional de Estudios Patrísticos Vol. I.”
  5. El buen conocimiento que poseía Agustín del Griego esta bien fundamentado en sus obras y a pesar de la critica de Erasmo (e.g. Epístola 373) y con él un mal entendido fundamentado en lectura de dichos tempranos de las obras agustiniana, hoy es reconocido por especialistas el buen Griego de san Agustín. Menciono especialistas que han tratado con la cuestión del conocimiento de Agustín del Griego clásico y común: D. De Bruyne, P. Courcelle, B. Altaner. G.Bartelink, Solignac, Goulven Madec, A.A., Teodoro C Madrid y Enrique Eguiarte.
  6. Véase Teodo C Madríd, nota complementaria: ¿San Agustín llegó a conocer el hebreo o arameo bíblico? BAC obra de S. Agustín XXVIII, 1 ed. Y Jesús Alvarez, Teología del pueblo judío [Ed. Reino, Madrid 1970]; ¿sabía san Agustín hebreo?, p. 104-119.
  7. Agustín, Sobre la Doctrina Cristiana II,13,19 (BAC 15).