Dentro de las comunidades cristianas, existe un grupo de creyentes que tiende a valorar la autenticidad de una doctrina basándose en una especie de consecuencialismo1, que sostiene que si la teología de una persona es incongruente con su estilo de vida, está carece de valor. Aunque este tipo de evaluación aparenta salvaguardar la coherencia deseada entre teología, piedad y práctica, en realidad se fundamenta en una interpretación errónea de pasajes bíblicos como Mateo 7,16-20; Mateo 12,33-35 y omiten otras referencias bíblicas que aportan un equilibrio necesario, tal como se encuentra en Mateo 23,2-3. Además, hay dos motivos por los cuales algunos recurren a este criterio para evaluar una doctrina: en primer lugar, debido a la simplicidad que exige; y en segundo lugar, debido a las intenciones maliciosas que buscan desacreditar una doctrina. San Agustín experimentó este segundo motivo en su interacción con los Donatistas, quienes acusaron a su contraparte del cristianismo norteafricano de herético y con diversos pecados y, en consecuencia, cuestionaron la validez de su doctrina y posición. En este contexto, el presente artículo tiene como objetivo analizar la aplicación del pasaje de Mateo 23,2-3 como una refutación al consecuencialismo en la evaluación de doctrinas, e ilustrar un caso de interacción de Agustín con esta cuestión. Adviértase que la cuestión del artículo no radica en la legitimidad de considerar la piedad y práctica de una persona en el contexto eclesiástico ( cf. 2 Pedro 2), sino en la utilización de la practica de un agente como criterio para rechazar su teología.
Análisis de Mateo 23, 2-3
En la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y los fariseos. Así que haced y cumplid todo lo que os digan, pero no hagáis conforme a sus obras, pues dicen pero no hacen.2
Algunos eruditos3 han planteado una interpretación alternativa a la tradicional y a la que naturalmente se deriva de esta perícopa. Estos intérpretes argumentan que no han logrado reconciliar el texto en cuestión con pasajes como Mateo 15,1-14, o consideran inconcebible que se reconozca y respalde de alguna manera a los fariseos, por lo tanto, argumentan que la perícopa debe ser entendida como una ironía. Indudablemente, resulta imperativo reconocer estás dificultades planteadas por los textos aparentemente contradictorios. Sin embargo, al analizar la perícopa, emergen patrones que permiten una armonización plausible que respalda la interpretación tradicional y natural.
«La cátedra de Moisés» constituye tanto una referencia simbólica a la autoridad legítima como un asiento físico presente en las sinagogas. Esto implica un reconocimiento de cierta forma de autoridad por parte de los escribas y fariseos, aunque no implica un respaldo absoluto hacia la misma. Este planteamiento se encuentra en consonancia con el pasaje de Mateo 21:43-46, donde se habla de retirar la autoridad a aquellos que la ejercen de manera incorrecta, y los fariseos comprendieron que se estaba refiriendo a ellos. Por lo tanto, afirmar que esto implica un reconocimiento de autoridad no es incompatible con las numerosas críticas hacia su Halajá (e.g., Mateo 12,1-14; Mateo 16,11-12) De hecho, entre las críticas no se encuentra el hecho de usurpar autoridad como maestros, sino más bien el mal uso de la misma, lo cual acarrea una condena más severa (cf. Malaquías 2,8).
El verbo «ἐκάθισαν» se encuentra en aoristo (tiempo indefinido), por lo que puede traducirse como “se sentaron”, “se sientan” o “están sentados”. En este contexto, «se sentaron» se emplea en un sentido estativo para indicar que los escribas y fariseos ocupaban en ese momento la cátedra de Moisés. Por tanto, cuando se dice «Así que haced y cumplid todo lo que os digan», esto no hace referencia a toda la halajá farisaica, ya que nuestro Señor se opone a una parte de ella. Sin embargo, tampoco se limita únicamente a lo que los fariseos y escribas enseñan respecto a la Torá, sino que incluye al menos algunas tradiciones halájicas (existen diferencias en varios puntos entre los fariseos y escribas en este aspecto). Es importante recordar que nuestro Señor respaldó un aspecto de la halajá farisea en relación con el diezmo de las hierbas, lo cual demuestra que aún proporcionaron formas prácticas de obedecer la Torá a la comunidad. No obstante, nuestro Señor rechaza a los fariseos debido a que han enfatizado ciertos puntos y han descuidado la importancia fundamental de la Ley en términos de «juicio [justo], misericordia y fidelidad» (cf. Mateo 23,23). Al decir «Pero no hagáis conforme a sus obras, pues dicen pero no hacen», nuestro Señor denuncia enfáticamente la hipocresía de los fariseos y escribas, desaprobando su enseñanza opresora y su falta de coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. Aunque es posible identificar rastros de verdad en ciertos aspectos de su enseñanza, estos no les otorgan ningún beneficio real. «En un nivel más profundo, los motivos internos de los fariseos a menudo los llevaban por caminos engañosos, transformando su celo por la Torá en un interés egoísta. Sus enseñanzas erróneas eran una manifestación clara de sus motivaciones erróneas»4. En su corazón, anhelaban recibir elogios y reconocimiento de las personas, mientras creían erróneamente que estaban honrando a Dios. Se apartaron de lo que realmente importa y no actuaron en concordancia con el precepto fundamental del amor.
Aplicación de Mateo 23, 2-3 en contra del consecuencialismo
Basándonos en la interpretación previamente realizada, se desprende que, no resulta factible considerar la declinación moral o los motivos mundanos como criterios determinantes para dictaminar la veracidad o deficiencia teológica de un agente, ni tampoco para validar su teología a través de una aparente práctica y piedad. Asimismo, resulta válido destacar que la práctica de un individuo puede ser desacreditada por testimonios falsos, incluso si en algún momento se hubieran considerado verídicos, o bien, una buena práctica podría haber sido meramente superficial, lo cual confirma la naturaleza laxa de dicho criterio. Lamentablemente, a menudo anhelamos criterios simplistas que nos permitan etiquetar rápidamente la teología de un agente como recomendable o no recomendable, o, incluso de manera maliciosa, usamos cualquier fundamento disponible para rechazar alguna doctrina o agente. Sin embargo, es necesario reconocer que el proceso de evaluación doctrinal es más progresivo y complejo, caracterizado por una variedad de distinciones, taxonomías y calificaciones, por lo que algunas veces podemos tomar lo bueno de la teología de un agente reprensible, sin se participes o aprobador de sus pecados.
AVGVSTINVS
En el corpus agustiniano, el texto de Mateo 23,2-3, se encuentra presente en múltiples ocasiones, manteniendo una esencia interpretativa constante. Sin embargo, se observan un ligero matiz diferencial en las obras comúnmente denominadas anti donatistas. Estos textos suelen utilizar el mencionado pasaje con un enfoque polémico. Uno de los escritos destacados en este sentido es Contra Litteras Petiliani, el cual contiene diez citas del texto, tres 5 de las cuales provienen de la perícopa completa y las siete6 restantes del verso 3. Estas citas se insertan en un contexto polemista en el cual el donatismo acusaba que el bautismo carecía de validez debido a que era administrado por su contraparte, a la cual se referían de manera peyorativa como «Cathedra pestilentiae». Asimismo, cuestionaban la idoneidad moral de los ministros para rechazar su doctrina.
En el contexto presentado, Agustín establece una distinción entre la pureza del mensaje doctrinal y el papel del anunciador; «si se anuncia castamente lo que es casto, aun el mismo anunciador, al asociarse a la palabra, coopera a la regeneración del creyente; mas si él no es regenerado, pero es casto lo que anuncia, nace el creyente no de la esterilidad del ministro, sino de la fecundidad de la verdad»7. Agustín sostiene que la buena enseñanza es en última instancia un fruto de Dios y no del hombre. Por lo tanto, cuestiona la aplicación de Mateo 12,35 para respaldar el consecuencialismo «Por el árbol bueno y su fruto bueno, así como por el árbol malo y su mal fruto, sabemos entender los hombres la obras de cada uno, como se demuestra en las palabras citadas también por ti en seguida: Todo hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el hombre malo saca el mal del mal tesoro de su corazón (Mateo 12,35). Pero cuando uno predica la palabra de Dios o administra el sacramento de Dios, no predica o administra de lo suyo, si es malo, sino que será adscrito a aquellos de quienes se dijo: Haced y observad lo que os digan, pero no imitéis su conducta (Mateo 23,23). Dicen realmente lo que es de Dios, pero hacen lo que es propio suyo»8 Agustín logra armonizar de manera más adecuada el alcance de Mateo 12,35 y Mateo 23,2-3 mediante una ilustración maravillosa «En efecto, no se recogen uvas de los espinos, porque jamás nacen de las raíces de los espinos; pero cuando el pámpano de la vid se entrelaza en los setos de los espinos, no se teme por el fruto que de ella está pendiente, sino que se procura evitar la espina y se coge la uva»9. Para Agustín, el consecuencialismo era causa de «temerarias discusiones», y aún persiste hasta nuestros días. No obstante, es innegable que Dios es glorificado de una forma u otra, ya que «las cosas que dicen no son suyas, sino de Dios, el cual ha colocado la doctrina de la verdad en la cátedra de la unidad. El veraz y la misma verdad, habló de esos conductores que obraban sus propios males y decían los bienes de Dios»10.
Conclusión
La coherencia entre la teología, piedad y práctica de un servidor de Dios se considera un aspecto relevante. Sin embargo, es frecuente encontrar discrepancias entre estas, y las Sagradas Escrituras nos alertan sobre esta realidad, recordándonos la importancia de aferrarnos a una doctrina porque en esencia glorifica a Dios. Por consiguiente, la valoración de la autenticidad de una doctrina basada exclusivamente en la congruencia entre la teología y la práctica de una persona presenta problemáticas y se sustenta en una interpretación equivocada de la Sagrada Escritura.
La comprensión adecuada del pasaje de Mateo 23, 2-3 nos insta a trascender la figura del predicador o doctor y dirigir nuestra atención hacia las enseñanzas en sí mismas. Esto implica un exhaustivo análisis de las enseñanzas para discernir si provienen del Espíritu Santo. Además, nos insta a reflejar, en contraposición a los fariseos y escribas, una piedad y práctica digna de aquellos que participan esencialmente en su pacto.
Notas
- Véase, Sinnott-Armstrong, Walter, “Consequentialism”, The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Winter 2022 Edition), Edward N. Zalta & Uri Nodelman (eds.).
- Versión Cantera Iglesia, 1110. [2 ]λέγων· ἐπὶ τῆς Μωϋσέως καθέδρας ἐκάθισαν οἱ γραμματεῖς καὶ οἱ Φαρισαῖοι. [3] πάντα οὖν ὅσα ἐὰν εἴπωσιν ὑμῖν ποιήσατε καὶ τηρεῖτε, κατὰ δὲ τὰ ἔργα αὐτῶν μὴ ποιεῖτε· λέγουσιν γὰρ καὶ οὐ ποιοῦσιν (NA 28).
- cf. D. A. Carson, Matthew 13–28 (EBC; Grand Rapids: Zondervan, 1995).
- Noel s. rabbinowitz. Matthew 23:2–4: does Jesus recognize the authority of the Pharisees and does he endorse their halakhah?. JETS 46/3 (September 2003) 423–47. El análisis interacciona con este artículo.
- Contra litteras Petiliani II 51,118; 61,138; 72, 162
- c.litt.Pet. I 7,8; /II, 6,13; 5;11/ III 2,3; 8,9;49,59; 50;62
- c.litt.Pet. II 5,11
- c.litt.Pet. II, 6,13.
- c.litt.Pet. III 8,9.
- ep 105, 16