Los gestos y las posturas del cuerpo son útiles para las oraciones fervorosas

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Introducción

Algunos cristianos suelen menospreciar los gestos y posturas en la oración, ya sea como formas indiferentes o carentes de importancia. Y cualquier argumento a favor de gestos y posturas es resistido de forma vehemente por un miedo a ser introducido en formas ritualistas. Es cierto que en la oración lo primordial son los afectos del corazón y que por ende la sola preocupación por los gestos y las posturas no es provechosa y puede ser causa de supersticiones, pero de esto no se sigue que los gestos y las posturas carezcan de utilidad en la oración. Al contrario en las Sagradas Escrituras Hebreas1 y Griegas2 como por un buen uso de la razón se puede inferir3 que ciertas posturas y gestos son (1) expresiones de los afectos interiores y (2) ayudas para el aumento del fervor4 en la oración.

Aunque varios cristianos nos brindaron comentarios inteligentes sobre la utilidad de los gestos y las posturas (e.g., Juan Calvino5, John Owen6), San Agustín, doctor de las Sagradas Escrituras, es muy diáfano y básico al darnos el debido equilibrio en este asunto, y por ello lo utilizaré como respaldo, para argumentar que aunque es cierto que no hay una postura prescrita en las Sagradas Escrituras para la oración, y que existe libertad, no se sigue de ello que los gestos y las posturas no sean útiles, más bien son ayudas para el aumento del fervor en la oración.

San Agustín Gestos y Posturas en la Oración

Estos ejemplos nos enseñan que no hay prescrita ninguna postura corporal para la oración, con tal que el espíritu, puesto en la presencia divina, cumpla su intención. Porque oramos de pie, como está escrito: «Mas el publicano estaba en pie a lo lejos » (Lucas 18:13); oramos de rodillas, según leemos en los Hechos de los Apóstoles, y sentados, según los ejemplos de David y Elías. Y si no orásemos también acostados, no se diría en el salmo: «Lavaré todas las noches mi cama y regaré con lágrimas mi estrado» (Salmo 6:7). Efectivamente, cuando uno quiere orar, coloca su cuerpo y toma, según las circunstancias del tiempo, la posición más conveniente para despertar la devoción. Mas cuando no se va de propósito a la oración, pero nos sobreviene un deseo vivo de orar; esto es, cuando nos viene de improviso a la mente algún piadoso afecto que nos mueve a suplicar con gemidos inenarrables, como quiera que hallare a uno, no es cosa de diferir la oración para buscar un lugar de retiro, o para ponerse en pie, o estar prosternado. Porque entonces el recogimiento de la mente crea para sí una soledad, y muchas veces se olvida en qué lugar o postura nos ha sorprendido tal deseo7.

Agustín afirma que en las sagradas Escrituras no existe una prescripción divina sobre los gestos y las posturas, y menciona algunas posturas que se indican en las Sagrada Escritura: de pie, de rodillas, acostado, y nos muestra la libertad que existe para sus usos, y que conforme a la naturaleza del tiempo, lugar y según la prudencia, estas pueden cambiar. Así que en este sentido su uso es adiáfora.

Cuando nos ponemos en oración, nos volvemos hacia oriente, donde se inicia el cielo; no como si habitase allí Dios, como si hubiese abandonado las otras partes del mundo, él que está presente en todas las partes, no en el espacio físico, sino con la fuerza de su majestad. Con el fin de que tome conciencia el alma de la necesidad de convertirse a la naturaleza más excelente, esto es, hacia Dios, puesto que su mismo cuerpo, que es terreno, se convierta en un cuerpo más perfecto, es decir, en un cuerpo celeste. Es bueno esto para el progreso religioso y aprovecha mucho para que todos los sentidos, pequeños y grandes, sientan bien de Dios8.

Aquí recomienda cierta postura al momento de orar pero esto no lo hace por superstición. De hecho, en una variedad de oportunidades critica diversas practicas supersticiosas (de los maniqueos). Su recomendación de volverse al este (oriente) debe interpretarse como un medio de tierna devoción para llevar a cabo la oración, una ayuda utilizada para llegar al fin de mantener el fervor. La practica de volverse hacia el este no es el fin en sí mismo, sino un recordatorio de que había que volver a Dios. Por ello Agustín lo llama, y de hecho lo es, una acción (estimulo) provechosa.

Los que rezan hacen con su cuerpo lo que conviene a la oración: se arrodillan, extienden las manos o se postran en el suelo; y si hacen algún otro gesto visiblemente, aunque Dios conoce su voluntad invisible y la intención de su corazón, y no tiene necesidad alguna de estos indicios externos para que esté presente ante El la conciencia humana, sin embargo, el hombre se estimula de este modo a orar y a gemir con más humildad y fervor. Y no sé cómo, cuando esos gestos del cuerpo no pueden hacerse sino con un movimiento interior del alma, el movimiento interior invisible que los ha hecho se aumenta con los mismos gestos exteriorizados de nuevo visiblemente; y, por lo mismo, el afecto del corazón, que ha precedido para que se hagan, crece, porque han sido hechos. No obstante, cuando alguno está impedido, o no puede hacer esto con sus miembros, no por eso deja de orar el hombre interior, y se postra ante los ojos de Dios en la intimidad más secreta, donde se arrepiente9.

Los razonamientos agustinianos10 me permiten discurrir que los gestos y las posturas no son necesarios en la oración, pero sus usos refuerzan el fervor. No son solo una expresión de los afectos interiores, sino que nos ayudan para aumentar el fervor. Por lo tanto, son de suma utilidad. Los gestos y las posturas proceden del afecto del corazón y refuerzan el fervor en tanto lo significado por los gestos y las posturas nos muevan a lo que están apuntando.

Conclusión

Un lector puede cuestionarse: ¿Cuál fue el punto de mostrar una especie de utilidad de los gestos y las posturas si en última instancia lo importante es el corazón? Bueno, el punto es que podemos concluir que los gestos y las posturas, entendidos de forma correcta, es decir, como medios útiles que nos ayudan en nuestras oraciones fervorosas, son de utilidad, por lo que hacer uso de ellos no nos debe causar extrañeza, ni temor a una piedad y practica falsa, pues grandes maestros (e.g., el profeta Elías, los apóstoles Pedro y Pablo), reforzaron con usos repetitivos de gestos y posturas el fervor en la oración. Por supuesto, expresaron congruentemente lo que acontece en su interior con el exterior.

«Venid, postremonos en tierra ante El; doblemos nuestra rodilla ante Yahvé, nuestro Hacedor».

Salmo 95:7 versión Nácar-Colunga.

Notas:

  1. «En cuanto a la actitud de la oración, ciertos textos parecen indicar que se oraba de pie, ISam 1,26; IRe 8.22; Jer 18,20, pues emplean el verbo ‘amad’, cuyo sentido ordinario es el de «estar de pie»; por lo demás, la oración de pie está bien documentada en la época del Nuevo Testamento. Sin embargo, el verbo empleado puede significar solamente que uno «está» delante de Dios, sin que se considere la posición particular adoptada por el cuerpo: así, 2Par 6,13, Salomón había hecho construir un estrado, «subió, se detuvo, amad, y se arrodilló». También es probable que la actitud pudiese cambiar en el transcurso de la oración según las diferentes intenciones: según la liturgia penitencial de Neh 9,3-5, retocada por el cronista, se lee primero de pie, ‘vayyáqümu’, en el libro de la ley; luego se prosterna uno, ‘mistahávím’, para confesar los propios pecados, finalmente ordenan los levitas: «¡Levantaos!», ‘qúmu’, y se canta un salmo, cf. también IRe 8,54-55. Sin embargo, la actitud ordinaria de oración expresaba corporalmente la humildad y la sumisión del orante delante de Dios: «¡Encorvaos, prosternaos de rodillas delante de Yahveh!», Sal 95,6. Se oraba de rodillas, IRe 8,54; Is 45,23; Dan 6,11, con las manos extendidas hacia el cielo, IRe 8,22.54; Sal 28,2; Is 1,15; Lam 2,19. O bien se prosternaba uno, de rodillas y la frente en tierra. Sal 5,8; 99,5.9, etcétera. Son las mismas actitudes que adoptaban los paganos delante de sus dioses, Éx 20,5; Dt 4,19; IRe 19,18; 2Re 5,18, etc.. son los mismos gestos que se ejecutaban delante del rey o de una persona a la que se quería honrar, ISam 24,9; 2Sam 9,8; IRe 2,19; 2Re 1,13; 4,37; Est 3,2. etc» – R. de Vaux, intituciones del antiguo testamento Pag.580.
  2. e.g. Lucas 18:13; Hechos 9:40; Hechos 20:36; Efesios 3:14; 1 Timoteo 2:8; y Juan 17:1.
  3. Véase el video de Agustinismo protestante sobre este topico.
  4. «Fervor: Del lat. fervor, -ōris. 1.m. Celo ardiente hacia las cosas de piedad y religión. 2.m. Entusiasmo o ardor con que se hace algo». – Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Madrid: Espasa, 2014.
  5. Véase Calvin on posture in worship por el profesor E.J. Hutchinson.
  6. Véase An addendum on posture por el profesor E.J. Hutchinson.
  7. Agustín, Cuestiones diversas a Simpliciano II,4. (BAC 9).
  8. Agustín, Sermón de la Montaña II.5,18. (BAC 12).
  9. Agustín, La Piedad de los difuntos I,V,7. (BAC 40).
  10. Agustín en sus razonamientos sobre este tópico tiene muy presente la conexión cuerpo-alma tan fundamental para el ser humano.