En la obra De ordine, san Agustín nos ofrece una anécdota, que transcurrió en la comunidad de Casiciaco, protagonizada por su Madre Mónica y el joven Licencio, hijo de Romaniano. Aunque esta anécdota se enmarca en un contexto humorístico, su importancia trasciende lo cómico, ya que permite discernir valiosas lecciones. En esta anécdota tanto Mónica y Licencio pueden personificar dos perspectivas en contraste de la vida cotidiana de creyentes dentro de una misma comunidad cristiana, lo cual nos brinda una oportunidad para la reflexión.
Anécdota
Licencio había adquirido una melodía innovadora para cantar el verso 20 (19) del Salmo 80: «Dios Todopoderoso; conviértenos, muestra tu rostro, y seremos salvos»1 y no cesaba de cantarlo tanto de día como de noche, hasta el punto de que en una ocasión, «Después de la cena, cuando salió afuera para atender a las necesidades de la naturaleza, cantó con voz más fuerte»2. Mónica procedió a reprenderlo «precisamente porque el lugar resultaba inapropiado para el canto» 3, pero el joven, interpretando la reprimenda con cierta carga de «escrúpulos supersticiosos» 4 responde «Bromeando: ‘¡Como si, en caso de que algún enemigo me confinara en aquel lugar, Dios no escucharía mi voz!».
Reflexión
En el contexto de comunidades cristianas, es común que surjan perspectivas divergentes en relación con asuntos cotidianos, adiáforos y éticos. Estas discrepancias suelen dar lugar a disputas, principalmente debido a la falta de una comprensión clara de las diversas partes o factores que influyen en una situación, como razonamientos, circunstancias, conexiones, grados de necesidad y moralidad involucrados. En la anécdota en cuestión, podemos observar cómo tanto la postura de Mónica como la de Licencio son válidas en ciertos aspectos, pero inválidas en otros.
La validez de la reprensión de Mónica se basa en el hecho de que busca que la adoración y la Sagrada Escritura ocupen un lugar de sacralidad y honor en la vida cotidiana del creyente. En este caso, la escena de adorar en un lugar destinado a las necesidades de la naturaleza humana, como un baño, no parece ser apropiada, lo que la lleva a actuar movida por un celo basado en el temor reverente a Dios. Por otro lado, lo que resulta inválido en su reprensión es cuando esta se basa en un rigorismo que implica una distinción radical y marcada entre lugares de adoración correctos e incorrectos, en lugar de considerar una distinción entre grados de lugares apropiados y menos apropiados. Por supuesto, el baño, donde se llevan a cabo funciones corporales, generalmente se considera un lugar menos apropiado para la adoración, pero dependiendo de las circunstancias y del grado de necesidad en un momento particular, podría considerarse correcto o indiferente.
En lo que respecta a Licencio, según la admisión de san Agustín, se puede comprender que su canto a destiempo no carecía de sentido, ya que su celo por cantar tenía como objetivo propiciar la manifestación de Dios en él. En este sentido, su razonamiento se elevaba por encima de la inapropiada ubicación en la que se encontraba. Su respuesta a Mónica se centró principalmente en considerar los escrúpulos de ella, sin tener en cuenta plenamente el grado de prudencia que ella le presentaba. No obstante, Agustín también reconoce que puede apreciar la coherencia en la reprensión de Mónica si se tienen en cuenta las palabras que se estaban cantando y el lugar en el que se encontraban. De hecho, objetivamente, es inapropiado cantar en un lugar como un baño, y en esa circunstancia particular no parece haber un grado de necesidad que justificara esta acción. En este sentido, su respuesta a Mónica puede ser considerada imprudente.
En síntesis, en esta anécdota divertidísima se presenta un contraste entre una mujer madura y prudente, caracterizada por su temor a Dios, y un joven impetuoso e inquieto, aunque motivado por un auténtico deseo de Dios. Sin embargo, aparentemente ninguno de los dos estaba considerando las diversas facetas de la situación. Este fenómeno es frecuente en el contexto de las comunidades cristianas contemporáneas, donde incluso las cuestiones menores pueden dar lugar a disputas y se intensifica cuando se trata de cuestiones éticas que requieren un profundo conocimiento de las distinciones para aplicarse en casos concretos. En última instancia, la prudencia, la moderación y la comprensión son esenciales, y ante todo la intención de honrar a Dios en todas las cosas.
Una respuesta a «La represión de Mónica hacia Licencio.»
Amén, excelentes distinciones entre los contrastes, primera vez que leo la anécdota, me identifique con Licencio.
Espero llegar a imitar en la práctica a Mónica.. Paz hermanos.