La doctrina de la simplicidad divina postula que Dios no está compuesto por elementos separados, sino que es inseparable de su propia esencia, existencia y atributos, los cuales son indivisibles y conforman la totalidad del ser de nuestro Dios Trino. En relación a esta doctrina, se observa un notable incremento en la producción literaria en tiempos recientes. Entre las numerosas obras destacables, se puede mencionar, Divine Simplicity: A Dogmatic Account de Steven J. Duby. En dicha obra, se dedica un espacio para destacar como en San Agustín se denota la importancia de la doctrina para «hablar de la unidad divina y de las tres personas divinas». Duby aborda esto a través de fragmentos de la obra De Trinitate 5, 4-5/16-17 y 6, 7-9:
«La importancia de la simplicidad divina al hablar de la unidad divina y las tres personas divinas en el período patrístico se muestra claramente en la obra De Trinitate de Agustín. En esta obra, Dios no posee accidentia, sino que es idéntico a cada uno de sus atributos, todos los cuales son realmente idénticos entre sí: “Verdaderamente, Dios es llamado múltiples veces grande, bueno, sabio, bendito, verdadero[…]pero su misma grandeza es sabiduría, y la misma bondad es sabiduría y grandeza, y la misma verdad es todo esto”. Cuando Dios es referido a la creación con nombres como “Señor”, “ira”, y demás, él no adquiere accidentes. Más bien, cuando se le llama relative aliquid ad creaturam, los accidentes no se suman a la sustancia de Dios, sino a la criatura. Por ejemplo, “La palabra refugio, aplicada a Dios, tiene un sentido relativo, pues se refiere a nosotros, y es nuestro refugio cuando nos refugiamos en El”. Además, la simplicidad divina se deriva y también refuerza el hecho de que el Padre, el Hijo y el Espíritu son iguales y, de hecho, que cada uno es igual a toda la Trinidad: “Siendo, pues, el Padre solo, o el Hlijo solo, o el Espíritu Santo solo tan excelso como [quantus] el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo juntos, no se ha de decir triple [Triplex] en ningún sentido”».
En conclusión, la simplicidad divina tiene un papel fundamental en la teología agustiniana y conlleva implicaciones profundas para nuestra comprensión de Dios. Nos invita a contemplar su grandeza y trascendencia en toda su plenitud, fomentando una reflexión constante y profunda. Asimismo, nos anima a adentrarnos en el misterio divino con reverencia y devoción.